La prostitución siempre ha existido, entendiéndola como el oficio más antiguo del mundo, o como la forma de explotación más duradera en el tiempo. Cada uno que haga su lectura.
Existe, también, la prostitución libre, pero la mayor parte de mujeres que optan por ejercerla, el 80%, lo hacen en contra de su voluntad. Y este es un hecho: la prostitución es el principal objetivo de la trata.
A la prostitución no se llega porque sí, se llega por la falta de oportunidades y por la pobreza, que siempre se inclina hacia la parte femenina de la balanza.
En el otro lado de la báscula se sitúan las poderosas mafias, permanentemente al acecho de la vulnerabilidad, de la desesperación, de la ausencia de alternativas, mafias que convierten a este negocio en uno de los más rentables del mundo, junto al tráfico de armas o de drogas (según Naciones Unidas), y que mueve unos 32 mil millones de dólares en todo el planeta.
La trata de seres humanos con fines de explotación sexual es una de las violaciones más graves de los derechos humanos y una de las formas más crueles de violencia contra la mujer. Detrás de ella se esconde la desigualdad, la imposibilidad de las mujeres de acceder a los recursos en los mismos términos que el resto de la población, la falta de educación, el desempleo, en definitiva: la feminización de la pobreza.
Para huir de la explotación, son muchas las organizaciones que trabajan en nuestro país y que garantizan a las supervivientes la protección necesaria.
El primer paso: llamar al teléfono 900 10 50 90 (funciona las 24 horas), gratuito y confidencial o informarse en la web: Policia.es/trata.
Aquí os dejo mi intervención en Las claves de El Caso, el previo de la serie de TVE que ha recreado este tema en uno de sus capítulos: El mercado del nácar.