En el capítulo 11 de Las claves de El Caso, analizamos qué pudo llevar a una niña de 12 años, Piedad, a matar a sus cuatro hermanos pequeños.
Ocurrió en 1965, en Murcia, en el seno de una familia humilde, en una época en la que prácticamente no existía el control de natalidad y sí las familias numerosas, como la formada por Andrés Martínez del Águila y Antonia Pérez. Tenían diez niños y niñas, y otro bebé en camino.
Piedad era la tercera. Los dos mayores trabajaban y del resto se encargaba ella cada día, mientras sus padres cumplían con sus respectivas jornadas laborales.
Nos situamos en una España donde todavía brilla la miseria, la pobreza, y en la que mantener un núcleo familiar de estas características, no resultaba tarea fácil.
De Piedad, con sólo 12 años, se esperaba demasiado. Sobre su espalda recaía un peso para nada acorde a alguien de su edad: el hogar, la limpieza, la alimentación de un montón de niños en un momento marcado por la escasez…
La menor nada sabía ya de la escuela, la educación había desaparecido para ella. También el juego. Su día a día era ese, el de la supervivencia y el de la responsabilidad de llevar una casa entera. Maduró de forma precoz y la desesperación le sorprendió sin que nadie sospechase.
Como solución, decidió envenenar poco a poco a todos los seres que estaban bajo su cuidado, y como condena, un psiquiátrico primero y un convento en segunda instancia. ¿Asesinato o desesperación?